La preocupación por la formación de profesores se origina en la necesidad de proporcionar mayores oportunidades a la población y comienza en los albores del Chile independiente por iniciativa de don Bernardo O”Higgins, ya que quienes ejercían por entonces la docencia no contaban con la formación correspondiente a tan importante función y se empieza a conocer la experiencia de las Escuelas Normales en países de Europa y en Estados Unidos. Sin embargo, no fue sino hasta 1830 que los gobiernos conservadores de la época emprendieron la tarea de la formación sistemática de profesores y solo allá por 1842 empieza a funcionar la primera de las Escuelas Normales, llegando poco a poco a ser 17 a lo largo del país.
La Escuela Normal de Angol se creó en 1908 por Decreto Supremo Nº3421 del 4 de junio, bajo el gobierno de Don Pedro Montt, siendo Ministro de Instrucción Don Gregorio Amunátegui Solar, a petición de las autoridades y vecinos de la zona, recibiendo alumnas provenientes de las provincias de BioBio, Malleco y Cautín, las cuales eran cuidadosamente seleccionadas por sus condiciones personales y por sus antecedentes familiares, siendo sometidas a variados exámenes de salud, de conocimientos y psicológicos.
Su primera Directora, la Srta. Dorila Águila Pacheco asume en junio de 1911 y fue quien se hizo cargo de recibir y acondicionar el edificio de madera, de tres pisos, construido en el predio aledaño al rio Rehue. Debido a demoras en la implementación del mismo solo en julio del año siguiente se recibe la primera promoción, compuesta por 60 alumnas entre 12 y 14 años, empezando las clases el 11 de julio de 1912.
Esta construcción estaba ubicada en una céntrica avenida de Angol, frente a la plaza Manuel Bunster; comprendía un internado, un amplio gimnasio, patios, jardines y una quinta destinada a cultivos de frutas y verduras donde las alumnas pudieran hacer sus prácticas de agricultura.
Los estudios tenían una duración de 5 años, alargándose a 6 con posterioridad. El plan de estudios de las Escuelas Normales Rurales comprendía ramos de:
1.- Cultura General: Educación Física y Educación Científica: Gramática Castellana, Matemáticas, Física, Ciencias Biológicas e Higiene, Química, Ciencias Sociales, Psicología General. La Educación Artística comprendía Literatura Castellana, Canto, Música y Gimnasia Rítmica, Dibujo y Modelado.
2.- En Educación Técnica se atendía las asignaturas de Caligrafía, Ortografía Castellana, Trabajos Manuales, Agricultura, Industrias Derivadas y oficios varios, Labores Femeninas y Economía Doméstica, Primeros Auxilios Médicos y Puericultura. Se agregan Religión y Moral e Idiomas Extranjeros.
3.- Ciencias Auxiliares y Filosofía comprendía las asignaturas de: Psicología Educacional, Biología Educacional, Sociología Educacional, Higiene Escolar e Introducción a la Filosofía. En Pedagogía se consideraba los ramos de Principios de la Educación, Técnica de la Enseñanza, Organización y Administración Escolares, Filosofía e Historia de la Educación.
Aparte de las horas lectivas, debía destinarse tiempo para la práctica de algún deporte, aprender un instrumento musical, las prácticas pedagógicas y la elaboración de material didáctico.
La ley Orgánica de las Escuelas Normales de 1929 regulariza los planes de estudio y las clasifica en urbanas y rurales, quedando Angol entre estas últimas a partir de 1953, por tanto sus egresadas debían iniciar el ejercicio de la docencia en el campo permaneciendo en las escuelas rurales por un mínimo de 3 años. Esto significó un gran avance en el combate al analfabetismo, tanto así que por años Chile estuvo a la cabeza en Educación en América Latina siendo modelo para países como Méjico, Guatemala, Ecuador etc.
Este Plan de Estudios estaba concebido para atender los requerimientos de las comunidades rurales donde cupiera desempeñarse como maestra. Allí donde fuera, la joven profesora debía ser un agente de cambio e impulsar el desarrollo de las familias, por tanto debía estar preparada para guiar a las madres sobre la crianza, alimentación sana, hábitos de higiene, cultivos, artesanías etc. Desde traer al mundo a un niño, hasta asesorar a los padres y vecinos para mejorar su producción agrícola y finanzas. La Escuela rural debía convertirse en un centro impulsor de iniciativas en los campos de la patria.
Mucho se ha destacado con el correr de los años las cualidades de los profesores normalistas, señalando como ejemplo su dedicación y perseverancia en la práctica de la docencia aún en las zonas más inhóspitas y alejadas del país. Su mística y vocación no fueron fruto del azar, sino producto de una selección esmerada, centrada en una formación familiar basada en valores, en condiciones personales favorables al desarrollo integral, con conciencia de la autodisciplina y el altruismo, reconociendo la educación como una Misión fundamental para el desenvolvimiento del ser humano, tanto en conocimiento como en dignidad, consciente de sus deberes y derechos en su rol de ciudadano.
El desarrollo de la vocación se cultivaba en todos los planos de la formación docente, donde un rol preponderante cumplían las prácticas pedagógicas realizadas principalmente en la Escuela Anexa a la Normal, que tienen muy merecido ser consideradas un pilar fundamental en este aspecto.
Se daba comienzo a las actividades docentes de práctica con trabajos de ayudantía o colaboración y de observación de clases, consistiendo en preparación de actos, de material didáctico, de documentación, en actividades deportivas o artísticas, reuniones de apoderados, alfabetización etc. iniciándose el segundo semestre de 4º año. La observación contemplaba los asuntos técnico-pedagógicos y las Profesoras Guías eran las encargadas de estas Clases Demostrativas en distintas asignaturas a las que asistían las alumnas de 5º año quienes tomaban nota ya que éstas constituían la base para sus próximas prácticas. En 5º y 6º se realizaba la práctica, tanto en la Escuela Anexa como en otras escuelas de la localidad, pero en 6º año correspondía la Semana Intensiva, en que la alumna tomaba el control de un curso por una semana, bajo la supervisión del profesor-a de curso.
La planificación de las clases para la práctica se supervisaba meticulosamente antes de ser aprobada. Los temas eran revisados por la directora de la Escuela Anexa y la Jefe de Práctica; la alumna debía asistir a sesiones de “consulta” con la profesora del curso y con el o la profesora especialista de la Escuela Normal. Se hacía las correcciones, se preparaban los materialess didácticos siguiendo las indicaciones recibidas y solo entonces se presentaba escrita cuidadosamente en el Cuaderno de Práctica para su aprobación final. Estas prácticas eran evaluadas y sometidas a la crítica por la profesora y por las alumnas que eventualmente asistían como observadoras.
Sería ingrato no dedicar algunas palabras sobre la Escuela Anexa a la Normal de Angol, establecimiento de reconocido prestigio por su esmerada labor educacional y la idoneidad de sus profesoras. Fundada en 1915, en sus comienzos se ubicó en un viejo edificio al lado de la Escuela Normal y solo en 1940 se construye un nuevo edificio que permanece hasta hoy. Su primera directora fue la Sra. Ana Flores de Conejeros, quien había egresado de la Normal de Talca.
Para optar a ser admitida en la planta docente de la Escuela Anexa se debía estar capacitada por medio de un curso intensivo de 1 año y obtener la mención como Profesor Guía, ya que les correspondería la delicada función de encauzar a las normalistas por el delicado camino del ejercicio de la docencia, en estrecho contacto con su preparación por medio de las clases demostrativas, la observación, la planificación, el conocimiento de los niños etc.
La vida de las normalistas internas en Angol, así como en el resto de las Escuelas no era fácil, si la miramos desde la perspectiva actual. Alejarse del hogar con solo 12 o 13 años, saliendo a casa de un apoderado solo el día domingo y de vacaciones donde su familia nada más que dos veces al año, no es fácil. Las condiciones de vida no eran de regalías: sin agua caliente ni calefacción, con comidas muy frugales, sin golosinas, horarios estrictos, mucho estudio, sin horas para relajarse, sin visitas etc. Aun así, esta etapa es recordada con nostalgia por sus numerosas ex alumnas ya que recibieron respeto de sus maestros y personal, fueron tratadas con justicia y con oportunidades para el desenvolvimiento de sus condiciones personales. La convivencia desarrolló en ellas sentimientos fraternos que persisten a través de los años y que marcaron sus trayectorias profesionales.
Un día como interna en la Escuela Normal de Angol tenía un apretado registro de actividades, empezando con el toque de campana para levantarse a las 7 de la mañana y tomar una rápida ducha fría; enseguida se procedía al desayuno donde las mesas estaban distribuidas por grupo. Las semaneras llevaban un jarro con leche y un pan para cada una con mantequilla y miel. Luego se subía a los dormitorios para ordenar y hacer su cama y ya estaban listas para dirigirse a sus salas de clases que empezaban a las 8.20. No se aceptaba atrasos.
A las 13 horas se almorzaba y luego las alumnas se preparaban para las clases de la tarde, finalizando las cuales se servía la onces, consistente en un jarro de café de higo y pan con miel o mermelada. Después venía la hora de estudio hasta las 19,30, hora de la cena; llegando las 21 horas era tiempo de acostarse y a las 21,30, toque de silencio. Los días miércoles en la tarde estaban destinados a las actividades extracurriculares obligatorias como aprendizaje de un instrumento musical, deportes, coro, teatro y otros. El día sábado había clases medio día y la tarde estaba destinada al aseo de las salas y dormitorios y a recibir las señoras lavanderas que traían la ropa limpia y planchada y se llevaban la que se debía lavar. Todo ello rigurosamente controlado en una libreta individual de registro detallado.
Según el Director General de Educación Primaria del país el año 1940 don Oscar Bustos A. el profesor normalista debía responder a ciertas condiciones y rasgos profesionales deseables:
“Fe en la perfectibilidad humana; ansias de perfeccionamiento; cumplidor de sus deberes; justo en sus apreciaciones; altivo en la defensa de la justicia y la verdad; libre de prejuicios y preocupaciones; aliento y guía de cuanto signifique progreso en la pequeña escuela donde le toque trabajar”.
Hoy, 80 años después de formulados estos preceptos, con todos los avances de la época actual, éste parece ser un perfil profesional y humano tan deseable como entonces en una sociedad que necesita profundizar en cohesión y realización en valores.
Sorprende, también, a los nuevos pedagogos encontrar similitudes en principios básicos en el ejercicio de la docencia implementados en la labor formadora de nuestras Normales para ser llevados a la práctica, siendo algunos de ellos los siguientes:
“La vida en comunidad, que forma el carácter, tiende al altruismo, hace la vida más amable; la enseñanza socializada, que da el máximo de rendimiento en el trabajo realizado en grupos; la enseñanza en forma activa, en que las salas de clases deben convertirse en aulas de trabajo con el maestro que conduce a los educandos al desarrollo máximo de sus potencialidades, favoreciendo el espíritu creativo; la educación autónoma, entendiéndose como la capacidad para seguir perfeccionándose ampliando la educación sistemática”.(1)
En sus 60 años activos como entidad formadora de maestras, la Escuela Normal de Angol realizó importantes aportes al desarrollo cultural de alumnas y comunidad, destacando sus actividades corales, con un coro polifónico que causó admiración por sus brillantes presentaciones en Chile y en Argentina bajo la dirección del Maestro Fidel Cárcamo continuando con este trabajo el profesor Don Tertuliano Cruzat; en lo deportivo, los equipos permanentes de básquetbol, atletismo, tenis de mesa, vóleibol practicaban en campeonatos internos por cursos y las selecciones respectivas participaban en las competencias nacionales, inter escuelas y otras: Mención aparte merece el gran Conjunto de Guitarra, dedicado al folclore nacional y latinoamericano, y la favorable acogida y apoyo a las diversas expresiones artísticas de las alumnas, canalizadas a través de sus distintos Centros de Alumnas.
Respondiendo a varios intentos de modernización, en 1961, durante el gobierno de don Jorge Alessandri R. se implementa el Planeamiento Educacional en el país, con una comisión asesora encargada de “elaborar un estudio para proponer las bases generales para el planeamiento de la educación chilena”. La comisión encargada propone una nueva estructura del sistema escolar, que aumentaba la duración de la educación obligatoria de 6 a 8 años, centrando el currículum no en contenidos sino en objetivos. Ante este escenario, se consideró el sistema normalista de formación del profesorado insuficiente y que los profesores debían tener “una formación cultural lo más sólida posible, de nivel universitario”. (Vera, 1963) Así, en 1964 se extiende la formación normalista a 9 años, siendo los 6 primeros equivalentes a las Humanidades y los 3 últimos de tipo profesional.
En 1965, el presidente don Eduardo Frei Montalva se propone expandir la matrícula; inicia el aumento de salas de clases e implementa la reforma Educativa con la nueva estructura del sistema y la transformación del currículum, con lo cual se propone una reforma a la enseñanza normal, que se pone en marcha en 1967 pasando a ser impartida por instancias de Educación Superior. (2) En 1973 el gobierno militar cierra definitivamente las Escuelas Normales del país.
Las Escuelas Normales no fueron una entidad educacional más. En ella se formaron profesionales que cumplieron su rol con vocación y mística, la de formar personas, con valores de respeto, honestidad, amor por los demás, solidaridad, sentido de comunidad y muchos más que dignifican al ser humano. Los normalistas hicieron grande a Chile y fueron los maestros de la generación de los abuelos y padres de los jóvenes y adolescentes de hoy. Respondieron a otro momento y otras necesidades, pero el nivel alcanzado por el país en ese tiempo no ha sido superado hasta hoy.
La Escuela Normal ha sido una honra para Angol y es parte de su patrimonio inmaterial; representó la Ciudad de los Confines en muchas partes como embajadora cultural y sus egresadas se han destacado, sobre todo, por su amor y dedicación a los niños y a la enseñanza, ante poniendo el bienestar de todos a los intereses personales, llevando vida y luz a las más remotas localidades rurales del país.
Misaela Figueroa Melo.
Profesora Normalista.
Ex alumna de la Escuela Normal de Angol
Presidente Agrupación Normalistas de Angol.
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